Los cristales se forman a altísimas temperaturas en el centro de la tierra, donde las piedras se funden, el gas se solidifica y las cosas tienen un billón de veces la edad del universo. Un espejo mineral ha sido quemado con diminutas marcas que guardan información en milimétricos valles y depresiones: lands y pits que reflejan la luz del lector láser. Son memoria óptica. Su declive, entre 50 y 200 años, apenas está sucediendo. Estamos encontrando los primeros discos de memoria óptica degradada, oxidada, ilegible. Estos minerales informáticos, formados a partir de cds y dvds descartados, cruzan tiempos opuestos: del tiempo profundo mineral a la mortalidad del tiempo de la tecnología. Estos clusters de policarbonato, plata, telurio y antimonio tienen las formas, colores y la fascinación mística de los cristales, pero sus recónditos pliegues nos llevan por la naturaleza física y química de un objeto improbable. La muestra contrapone minerales de ficción y una serie de imágenes en las que el magma sucede de otra manera. El asfalto de la carretera también se funde por el calor. Por unos segundos, mientras nos aproximamos, las carreteras se hacen agua ante nuestros ojos, derritiendo también la prosperidad que representan.