Esta pieza surge del hallazgo de un pequeño archivo fílmico familiar, que duró treinta y cinco años esperando a ser visto por primera vez. Una de las cintas de super 8mm se proyecta sobre una pared intervenida con pigmento en polvo color negro humo. El pigmento evoca los haluros de plata del film y también la acumulación de polvo y tiempo, haciendo de la imagen una experiencia oscura, táctil y extraña. Del otro lado de la pared, penden tres trabajos en papel, de mediano formato. A partir de ampliaciones de algunos de los pequeñísimos fotogramas de la película, estas imágenes son traducciones del grano fílmico y del ruido visual que genera la oscuridad sobre la película cinematográfica, al grano del polvo sobre papel edad media, materializando la naturaleza difusa, acumulada y dispersa de la memoria. Estas piezas en papel son iluminadas por bombillos pequeños de luz cálida, propia del universo doméstico, para revelar las partículas a contraluz, estableciendo resonancias visuales y conceptuales con la noción de proyección.