El proyecto Ruta del sol se sitúa en el contexto de los gobiernos de la prosperidad, que cuantifican todas las cosas y plantean una visión de desarrollo asociado a las carreteras. En esta visión, las carreteras que cruzan el país son una especie de línea de tiempo: el país no se cruza ya en kilómetros (distancia) sino en horas (tiempo). Estas carreteras de cuarta generación (tataranietas de un pasado al borde del precipicio, en zig-zag, polvoroso y lento) pueden recortar el tiempo de las travesías de carros y camiones, e inversamente cuadruplicar las economías que remolcan. “El tiempo es oro” decía el animador de un programa de concurso. La riqueza se produce en una ecuación simple: más velocidad = más riqueza.
Pero esta visión de nación ondea en el aire como una alucinación tropical. Como muchos otros proyectos de carretera, la Ruta del Sol lleva más de 15 años tratando de ver la luz mientras deja a su paso arrumes de tierra escarbada, vallas desvaídas, pérdidas millonarias y habitantes que ya no creen. Este tiempo que se resiste al tiempo-oro de la línea recta es el eje de este proyecto. El tiempo de este video no es el tiempo que comienza, se desarrolla y termina, sino un tiempo incierto, contenido. Es un ejercicio de conversión de la movilidad del cine a la inmovilidad del objeto, que es la misma inmovilidad del proyecto de nación.
Las voces en off son intentos de definir la palabra espejismo, recogidas a lo largo del tramo enredado de la ruta. El proyecto apela a este fenómeno óptico, conocido popularmente como espejismo, para desarrollar una serie de acciones e imágenes fantasmagóricas. Estos espejismos sobre las carreteras ocurren espontáneamente por las altas temperaturas, cuando una porción de aire caliente queda atrapada debajo de aire más frío, doblando los rayos de luz como si las cosas se estuvieran derritiendo. Este extraño comportamiento de la luz sobre el asfalto caliente crea la ilusión de charcos de agua intermitentes que reflejan el cielo y los objetos circundantes. Lidiar con estas estéticas de la imposibilidad, de lo indefinido, inconcluso y corrupto detrás del discurso de la prosperidad para todos, motiva estas aciones delirantes y absurdas sobre las carreteras derretidas. La luz en las grabaciones crea una atmosfera, una sensación de irrealidad mientras documenta sin trucos el espacio del reflejo ardiente, volátil, impreciso, que aparece ante nuestros ojos desde el borde de la carretera. Es la imagen de una inundación inabarcable, no contenida, que existe en este lugar intermedio entre lo real y la alucinación. En el borde de lo posible, como el registro de un delirio asfaltado.
Esta experiencia flexible del tiempo es la imagen que usa Svetlana Boym para pensar la contemporaneidad, más allá (o más acá) del paradigma posmoderno. No es realmente un conflicto entre moderno y antimoderno. Se trata de un choque entre diferentes modernidades des-sincronizadas y fuera de fase tanto espacial como temporalmente. Proyectos multiples de globalizaciones y glocalizaciones que se sobreponen pero no coinciden. En esta linea de tiempo mareada y confusa se sitúa mi Ruta del sol. Allí, el futuro es una tragedia inminente porque siempre será incompleto, porque se vuelve anacrónico, se oxida, se desgasta y se olvida como las cosas viejas. El proyecto propone una aproximación al futuro como espejismo, desterrando el mito del progreso y buscando un lugar donde la memoria y la imaginación puedan lidiar con el fracaso.